Una mirada crítica al medio ambiente.
Esta bitácora pretende recoger mis (ir)reflexiones sobre el medio ambiente, el ambientalismo y otras cosas, desde un punto de vista crítico y, desde luego, con sentido del humor.

El Proyecto Gran Simio

La Proposición no de Ley presentada en el Congreso de los Diputados sobre el Proyecto Gran Simio pone de manifiesto, a mi parecer, la existencia de ese perverso error entre lo que significa el conocimiento racional y la ciencia, por un lado, y la forma de hilvanar ideas que nada tienen que ver con ellas pero basándose en estos conocimientos, por otro. En este caso, los políticos se agarran a un clavo ardiendo para fundamentar sus mitos o sentimientos, algo que no debe hacerse con la ciencia ni con el conocimiento racional, de la misma forma que tampoco se debe prender una fogata en una gasolinera.

El Proyecto Gran Simio pretende otorgar a los grandes simios antropoides el suficiente apoyo legal para su protección con el objetivo de su conservación. En este punto, poco es lo que hay que objetar en tanto que la protección de la biodiversidad, de los hábitats de las especies y los distintos ecosistemas parece que es una obligación del ser humano aunque sólo sea para asegurar nuestra propia existencia en el futuro. Hay mucho escrito y muchas razones (unas de más peso, otras de menos) que la respaldan estas iniciativas y que, pienso, tampoco es el momento de discutir.

Me parece menos sensato eso de "incluir a los antropoides no humanos en una comunidad de iguales", otorgándoles derechos (a la vida, a la libertad, a no ser torturados ni esclavizados). No soy jurista y, quizás, eso puede hacer endeble mi razonamiento, pero el Derecho (en mayúscula) es un conjunto de normas que nos imponemos los propios humanos para hacer la convivencia posible. Sin estas normas, parece probable que la civilización no sería posible. En un sentido legal, la conservación de las especies y el medio donde viven es una obligación que nos imponemos a nosotros mismos para asegurar ese fin. Lo que no parece lógico es otorgarles derechos (y deberes, la otra cara de la moneda) de los que no sabrán de su existencia ni podrán usar por sí solos. La conservación de estas especies no depende de ellos, por desgracia, sino de nosotros.

Volviendo a la raíz del asunto, la Proposición no de Ley se basa en dos puntos: la similitud genética que nos une, por un lado, y la simpatía que nos causan estos grandes monos a causa de que pueden hacer cosas que se parecen a las que nosotros hacemos. Propongo analizar ambas razones por separado.

La cercanía genética entre nosotros y alguna especie animal parece un argumento poco creíble para defender su protección. Para empezar, es difícil poner un límite, un baremo, a partir del cual una especie es cercana o lejana. Un 99.8% está más cerca del 100% que un 98%, es obvio. Pero ¿por qué un 99.8% establece una necesidad de protección mientras que el 98% no? Estamos, entonces, estableciendo una barrera arbitraria que se basa en una convención, en un acuerdo que no se sustenta en raíces lógicas.

Así mismo, aunque es evidente la cercanía genética de los monos antropoides con respecto a otras especies de vertebrados, pero defender este argumento como motivo de protección de estas especies hace plantear si otras especies, más lejanas desde un punto de vista genético, tienen menos interés de cara a su conservación. Por ejemplo, existe un pequeño pez habitante de arroyos hipersalinos localizados entre las provincias españolas de Cádiz y Sevilla llamado Aphanius baeticus. Ignoro cuál será el grado de parentesco que nos une a esta especie pero, es evidente, es menor que en el caso de los grandes simios. ¿Significa esto que este pequeño y casi insignificante pez, en serio peligro de extinción, tiene menor relevancia de cara a su conservación? Pienso que no y eso me hace dudar de la validez del argumento. La UICN, con sus más y sus menos, establece criterios racionales para hacer una ordenación del grado de peligro de extinción que presentan las diferentes especies. Siguiendo esta ordenación o catalogación, es posible establecer si una determinada especie se encuentra más o menos amenazada y, por tanto, es más urgente establecer medidas legales y de todo tipo para propiciar su conservación. Por si no ha quedado claro, no estoy diciendo que los grandes simios no hayan obtenido la categoría suficiente para que se deba actuar con urgencia. El fin de esta exposición es establecer que el parentesco genético es una pésima fórmula para solicitar la protección de cualquier ser vivo de la flora o fauna silvestre, por su alto grado de arbitrariedad.

En otro orden de cosas, está claro que nos resultan atractivos estos grandes monos. Tienen rudimentos de cultura y parecen establecer pautas de comportamiento que nos resultan conocidas. Sobre su biología y comportamiento se han hecho gran cantidad de estudios brillantes que así parecen demostrarlo. Sin embargo, el hecho de que nos resulten más o menos simpáticos no puede ser un criterio para conservar algo. ¿A alguien les resultan simpáticos los peces? Confieso que a mí no mucho. Con sus grandes ojos siempre abiertos, con su continuo bostezo, su fría y resbaladiza piel... Por tanto, el anteriormente citado Aphanius baeticus tiene menos "puntos" para su adecuada protección que un suave, gracioso y expresivo chimpancé.

Las distintas especies que pueblan el planeta deben ser conservadas por diversos motivos, aunque sean egoístas. El hecho de determinar el riesgo de extinción o de conservación de cualquier taxón debe ser un proceso basado en datos obtenidos mediante el concurso de la ciencia o del conocimiento racional. La introducción de variables sentimentales hace imposible determinar con fiabilidad la necesidad de su protección, por el simple hecho de no ser una variable que pueda medirse, sino que depende del gusto de cada individuo. Así, habrá personas a las que les guste más los monos y menos los peces, mientras que a otras les gustará más los peces que los monos. ¿Quién lleva razón?

La política, como actividad irracional que es, es muy dada a dejarse llevar por los sentimientos antes que por cuestiones lógicas. Es fácil encontrar ejemplos, sobre todo cuando son temas que afectan directamente a la sensibilidad del ciudadano. Los políticos, en mi opinión, deberían intentar instruirse mejor en aspectos lógicos y científicos antes de abordar este tipo de proposiciones para no cometer estupideces de este calibre, además de intentar dejar aparcados prejuicios, mitologías y simpatías a la hora de hacer su trabajo.

13:04 | zezentinueve | 28 Comentarios | #




		
 

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